espero la c veintidós en el paradero de avenida el palo con santa maría. junto a mí espera una mujer peruana, que probablemente hace de nana en alguna casa cercana. al rato llega otra mujer, también peruana y también probablemente nana. no se conocen, pero empiezan a conversar sin problemas sobre lo mucho que tarda en pasar la micro. yo también quiero conversar, pero ninguna de las dos me pesca, así que empiezo a crear ideas sobre las relaciones humanas que supongo que se dan en el sector, y las observaciones suenan en mi cabeza con una voz ridículamente enciclopédica.

miércoles, 4 de abril de 2012
"escena de la calle santa maría en vitacura a cualquier hora del día: es imposible divisar más de cinco personas hacia cualquier dirección. la mayoría de ellas son de tez morena o muy morena, algunos de ellos inmigrantes, todos están vestidos con ropa de trabajos de baja remuneración y prestigio como: obreros de la construcción, jardineros y asesoras del hogar, en el caso de las mujeres. el resto de los transeúntes son niños y niñas de aspecto europeo que vienen saliendo del colegio y cuyos hogares están demasiado cerca como para que sea necesario tomar un auto. por último, una pequeña proporción corresponde a personas que visitan la comuna de manera poco frecuente, por diversas razones, y que permanecen confundidas por la sensación enajenante de esta realidad que parece funcionar perfectamente sobre la base de la más absoluta segregación social. el panorama dentro de la locomoción pública es bastante similar, salvo que en ella se suma un componente nuevo: los estudiantes de clase media que van a los campus universitarios ubicados en la comuna. el resto de los seres humanos existentes se desplazan anónimamente en sus autos. el servicio de transporte funciona a la maravilla debido a la baja demanda."
martes, 3 de abril de 2012
si hay algo que desprecio como motor de la existencia humana es el prestigio. sobre todo como se da en la sociedad actual. ese afán de validarse a través de la carrera, a través de la profesión, de la vestimenta, de los productos tecnológicos que eres capaz de comprar, del barrio en el que vives, de los lugares a los que vas a comer, de las rutinas que te inventas. esa obsesión por cumplir el plan de vida perfecto, por seguirle el juego a las peores estrategias de persuasión publicitaria, como si la existencia fuera un paquete turístico a largo plazo. ¿qué me importa a mi que hayas estudiado en la mejor universidad del país? ¿qué me importa que esta enferma sociedad te considere una persona exitosa? que tu coeficiente intelectual te permita ir a estudiar a harvard no me dice nada de tu calidad como ser humano. me enferma por sobre todo ese prestigio academicista porque lo veo arraigado también en mi, como una contradicción terrible, como un impulso molesto que debo extirpar de mis motivaciones, una y otra vez.
domingo, 1 de abril de 2012
la lela
cuando mi papá y sus hermanos eran chicos, mi abuela no los dejaba tener bicicletas ni andar en ellas porque podían caerse. tampoco los dejaba salir, asi que tenían que escaparse y aguantar al regreso la sesión de barillazos. eso hasta que pudieron irse de la casa luego de casarse.estuvieron practicamente viviendo en un internado hasta los veinticinco años o más. al menos dos de ellos.
cada vez que mi papá cierra una puerta, pone un candado o advierte sobre algún peligro a alguien - y lo hace con demasiada frecuencia-, yo veo a mi abuela en su cara. veo su inseguridad psicopática y su pesimismo encubierto en una prevención excesiva. veo también a mi tío, el hermano del medio que nunca consiguió esposa, que nunca pudo salir de esa casa dominada por mi abuela y habitada por el cariño disperso de mi abuelo.
en medio de esas dos personalidades, a mi tío se le confundió el sentido de la existencia y se vio obligado a construir una vida a partir de los devenires más insignificantes: anotar los números del medidor de la luz todos los días, coleccionar candados, bolsas, zapatos, cajas de remedios y libros, lavarse las manos hasta sangrar, revisar la cerradura de las puertas una y otra vez antes de salir, o comprar cajas de golosinas semanalmente para calmar la ansiedad.
mi abuela está en todas esas acciones como un timbre de validación burocrático. a veces voy por la calle y se me aparece su cara como un fantasma en medio de la sinapsis. "en eso que acabas de hacer, también estoy yo".
cada vez que mi papá cierra una puerta, pone un candado o advierte sobre algún peligro a alguien - y lo hace con demasiada frecuencia-, yo veo a mi abuela en su cara. veo su inseguridad psicopática y su pesimismo encubierto en una prevención excesiva. veo también a mi tío, el hermano del medio que nunca consiguió esposa, que nunca pudo salir de esa casa dominada por mi abuela y habitada por el cariño disperso de mi abuelo.
en medio de esas dos personalidades, a mi tío se le confundió el sentido de la existencia y se vio obligado a construir una vida a partir de los devenires más insignificantes: anotar los números del medidor de la luz todos los días, coleccionar candados, bolsas, zapatos, cajas de remedios y libros, lavarse las manos hasta sangrar, revisar la cerradura de las puertas una y otra vez antes de salir, o comprar cajas de golosinas semanalmente para calmar la ansiedad.
mi abuela está en todas esas acciones como un timbre de validación burocrático. a veces voy por la calle y se me aparece su cara como un fantasma en medio de la sinapsis. "en eso que acabas de hacer, también estoy yo".
facho por miedo
ahí va mi papá, a paso apresurado por una de las arterias del santiago centro de fines de los sesenta. va junto a un montón de otros cabros, todos con pantalones acampanados y sueters ajustados. cargan banderas del partido nacional de chile. marchan orgullosos al lado de sergio onofre jarpa. caminan, se ríen, gritan al unísono en contra del comunismo. caminan un poco más allá. un poco más, hasta encontrarse con el grupo opositor. el enfrentamiento comienza, como la mayoría de las veces, con palabras amenazantes. luego vienen los insultos. los empujones. los manotazos. los golpes. de pronto el balazo y un rojito que cae al suelo. mi viejo corre, corre y corre. vuelve hasta nuestra conversación post almuerzo en la casa en que vivimos en el puente alto del siglo xxi, para decirme sin verguenza ni orgullo, que el muerto era un brasileño y "que nunca se supo quién lo mató". se me viene a la cabeza la foto empolvada de pinochet que mi papá tiene colgada en el cuartucho de cachureos de la casa. me da la impresión de que la tiene ahí solo para provocarnos. para ver hasta donde llega nuestra amor hacia él. un amor traducido en la aceptación de ese fascismo que siempre ha sido más emocional que ideológico. mi padre es un facho por miedo, no por convicción.
sábado, 31 de marzo de 2012
reírse de todo para que no duela tanto
mi abuela estaba de cumpleaños ese día. mi mamá y mi tía, las hijas menores de la familia, tenían entonces alrededor de 8 y 9 años, respectivamente. mi mamá dice que no recuerda por qué, pero decidieron regalarle un cenicero a mi abuela. "tenía la cara de una negrita que por la boca botaba humo". mi abuela nunca fumaba y cuando vio el regalo lo dejó a un lado,evidentemente molesta. "no me gusta", dijo en tono amargo. mi tía, en señal de protesta, agarró el cenicero y lo lanzó lejos desperdigando trozos de loza por toda la casa. mi abuela la tomó de un brazo y, según mi mamá, "le sacó la chucha". me lo cuenta mientras se ríe a carcajadas. ella y otra de mis tías. esa es la técnica. el tiempo ayuda también en esa tarea: permite crear la distancia humorística frente una autoridad que está ahora completamente atrofiada por la vejez.
martes, 6 de marzo de 2012
"Cada verdadera fe es infalible. Cumple con lo que la persona creyente espera encontrar en ella. Sin embargo, no ofrece el menor apoyo para el establecimiento de una verdad objetiva. Aquí los caminos de los hombres se dividen. Si deseas lograr paz mental y la felicidad, ten fe. Si quieres ser discípulo de la verdad, entonces busca."
martes, 3 de enero de 2012
domingo, 27 de noviembre de 2011
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