jueves, 17 de enero de 2013

a veces, basta una mínima interacción para que mi turba mental tenga una excusa para avalanzarse sin piedad sobre algún desprevenido. sospechosamente, la mayoría de esas veces, ese desprevenido resulta ser mi papá.

comprendo que en este fenómeno confluyen dos condiciones no tan sospechosas: una, que mi papá es un ser adicto a la conversación anecdótica que no sabe mucho disfrutarse a sí mismo, sino es a través de la relación con un otro, y que en vista de su exceso de tiempo libre de jubilado, esta característica se expresa de manera exacerbada en nuestro hogar. y dos, que yo tengo una preocupante intolerancia a la manifestación de este tipo de simplicidad intelectual y aburrimiento existencial, sobre todo cuando me toca toparme con ella de manera recurrente.

entonces, ando yo aterrada pensando en temas "muy profundos" como la muerte, el amor y la salvación de la humanidad, cuando llega mi papá a comentarme que en el mega mostraron cómo hacían la sopaipilla más grande del mundo, y a mi como que me hierve algo dentro. no sé bien qué, pero sólo puedo responder con indiferencia y desviar la atención rápidamente hacia cualquier otra cosa para no seguir profundizando en esta molestia tan injustificada.

y yo que no me cuido cuando me pilla de nuevo esta vez para comentarme alguna noticia en la que, por supuesto, él se manifiesta de parte de los empresarios, la policía o el gobierno derechista. y ante esto yo me aguanto un poco menos y le tiro un par de frases cargadas de un sutil resentimiento frente a una postura ideológica que considero derechamente torpe, ignorante y egoista.

pero él no se rinde, necesita conversar, de lo que sea, y necesita hacerlo conmigo que soy la única que pasa tiempo en la casa y a la que supuestamente le interesa debatir. y viene con el último recurso que generalmente es alguna queja respecto a mi mamá- a la cual me parezco un montón en los más diversos niveles- o sobre alguien de su familia. y ahí si que no puedo soportarlo y directamente le tiro alguna pesadez muy poco pensada, a la que el responde con una frase del mismo calibre.

y como una nube negra entre nosotros veo como mi turba externalizada se va expandiendo en los distintos lugares de mi casa, avanza por la cocina, sale hacia el patio y encuentra a mi mamá, toda agobiada por las ingratitudes de la vida, se le echa al hombro como para potenciar sus dolores de espalda, se devuelve, entra por la pieza de mi hermano mayor, se topa con una turba aun más grande con la cual colisiona de manera inevitable y a duras penas se recompone para saludar a mi hermano menor, sin afectarlo más que un segundo, hasta que vuelve a mi, más negra y densa que nunca, llena de culpa por haber iniciado esta cadena de daños sutiles, pero certeros. y yo la abrazo y le digo "turba, es que no quiero más", y ella me entiende y me disculpa. nos disculpamos mutuamente mientras la veo desaparecer bajo la tela de lunares de mi blusa.