lunes, 15 de agosto de 2011


estábamos en una casa de campo,  de esas con pasillos largos, como los de la colonia. yo venía llegando de un mundo extraño que quedaba cerca, pero no tanto. y aparecí ahí, con gente que nunca había visto, pero que se suponía que eran mi familia. de repente aparecieron unos osos hormigueros que no se llamaban así, sino que se llamaban nilos. eran una especie de perros con hocicos largos, de color gris y nariz puntiaguda. yo estaba en una de las habitaciones de la casa con dos mujeres que se supone que eran mis tías y un chico, que ya se me apareció el otro día en otro sueño, pero que nunca he visto en la vigilia. la cosa es que los nilos se le lanzaban al chico y le destrozaban la cara y el cuello, o al menos eso decían mis tías ficticias, porque cuando los perros se pusieron agresivos, yo salí corriendo en busca de ayuda. cuando volví con más familiares inventados, las tías gritaban escandalizadas porque los nilos habían matado al chico. cuando supe la noticia me vino una pena insoportable, y me invadió una imposibilidad de creer que él ya no existiera. me parecía absurdo cómo la vida podía esfumarse en un accidente tan ridículo, con criaturas que actuaban de manera tan poco intencionada. y en ese momento me di cuenta que yo amaba a ese tipo que acababa de morir. y lentamente fui descubriendo que era una especie de primo lejano con el que yo mantenía una relación  extrañamente cercana. y me largué a sufrir sin llorar. nunca lloré. supongo que porque no había visto su cara destrozada, porque solo me lo habían contado y yo lo encontraba tan asquerosamente angustiante que no qusie creerlo. en un momento, mientras la gente llamaba a médicos, ambulancias y carabineros, lo fui a ver. él estaba envuelto en una sábana roja, pero no había sangre en ningún lado. lo destape, pensando que me iba a horrorizar con lo que estaba a punto de ver, pero no fue asi. el estaba hermoso y tenía su cara y su cuello intactos.  lo miré un rato, junto a mis tías ficticias, y de pronto, el despertó y me miró, y yo me sentí inmensamente feliz. las tías escandalizadas esta vez por el milagro sugerían que mi mirada lo había traido a la vida nuevamente, pero a mi me daba igual el cuento de hadas. ya estábamos los dos viviendo vidas inexistentes de nuevo. después de eso nos fuimos a un mundo que quedaba al lado y en donde todo era como esos juegos que antes había en los videos, en donde uno tiraba una bola con una palanca y dependiendo donde pegara la bola con el impulso, acumulabas puntaje. nosotros estábamos adentro del juego, arrancando de la bola.

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