
domingo, 9 de diciembre de 2012
yo. terrible.
no es mi intención dramatizar, pero tengo una tendencia natural por la tragedia. verás: me contiene una estructura mental autoflagelante. y existir con esta cabeza resulta, la mayor parte del tiempo, una tortura. no es que el mundo me odie o que la injusticia (si es que existe) se haya concentrado en mi campo de acción para hacerme la vida imposible. todo lo contrario. la vida se me presenta hermosa, amplia, llena de posibilidades, pero mis dinámicas mentales se empecinan en contrastar esta percepción con una visión de túnel en la que sólo encuentro razones para revolcarme en la agotadora melancolía.
sábado, 8 de diciembre de 2012
"El asesino difuso"
"Algunas razones para combatirlo y seguir viviendo:
A) Por puro instinto vital.
B) Por curiosidad: por saber qué pasará mañana y qué será de uno mismo mañana.
C) Por el asombro que provoca ser uno mismo, el mismo, pero distinto cada día, mes a mes, año a año.
D) Por intentar hacer lo que sea, lo que se quiera, lo que a uno le guste, sin preocuparse por conseguir el éxito o el fracaso, buscando sentir solamente el placer de intentarlo. Importa el camino, no la meta.
E) Por la Aventura, que existe y viene si uno la busca y nos hace conocer el riesgo, la fortuna, y todo lo que uno es capaz de imaginar.
F) Por toda la gente que nos falta conocer. Por las mujeres que uno conocerá y amará.
G) Por el placer de comer y beber con amigos y amantes y amanecer borracho en los bares filosofando.
H) Buscar razones para vivir es una buena razón para seguir viviendo y si no las hay, hay que inventárselas."
jueves, 22 de noviembre de 2012
martes, 9 de octubre de 2012
ya no puedo pensar que porque me miras devotamente, vas a apostar por lo mismo que yo. debo aceptar que no vale homogeneizar el sentir. que eso que yo veía de mí en ti, no era más que un reflejo ficticio de mi obsesión por entender-te-me-nos. que todo esto que ha pasado no es más que otra evidencia de que aun no me arrojo al devenir. que estoy más aferrada que nunca a la ilusión del control. y que mi talón de aquiles está penosamente ubicado en el centro de mi pecho. o un poco más abajo.
que fui educada para admirar a los hombres y buscar su aprobación. que al mismo tiempo, me enseñaron a sentirme inferior a ellos, despreciada, dependiente de su afecto. y me dijeron que nada era yo si no tenía un ejemplar de esos a mi lado. y que la culpa de eso no es de ningún hombre, ni de muchos. es un poco mía y a la vez de nadie.
y así, me fui envolviendo en una serie de encuentros en los que nunca se me quiso como yo necesitaba ser querida. entonces me conformé. me resigné. agradecí la oportunidad, sinceramente, pero me perdí. de todas formas, me perdí. porque me di cuenta que algo peor que la soledad es sentir que a una la quieran mal.
y ninguna de estas melosidades importaría si yo no creyera realmente en lo débiles que son los pilares que sostienen mi _ _ _ _. si yo no me sintiera un poco como un palafito de madera devorado por termitas ciegas, que no pretenden dañarme, pero tampoco hacerme bien. porque así como yo, ellas también andan atadas a sus necesidades. a veces, creo que todo puede reducirse a que me falta valor para entender.
lunes, 8 de octubre de 2012
y me encuentro aquí, de nuevo. mordiendo el cojín con bordados fifís que mi mamá compró para mi cama. porque los cojines con bordados fifis tienen esa cosa "digna" que a la gente de clase media baja le gusta tener en sus casas. y porque yo aun vivo con mi mamá, y mi papá, y mi hermano y mi otro hermano, que también es un mamón, y mi gata, que es la máxima expresión de la dependencia emocional que se respira en este lugar.
lo muerdo con rabia, golpeo la cabeza contra la pared. me retuerzo. nunca me había retorcido tanto. le ruego a un dios en el que no creo. me voy abajo. bien abajo. se me escapa la fe. desaparece el concepto de mi cabeza. me decido con convicción por el resentimiento, la negación, la inutilidad del por qué. niego la voluntad. mi voluntad. el estúpido optimismo. apelo a la justicia divina. me olvido de la lógica. vuelvo al por qué. le cuento a este dios originado por mi oportunismo, que esto no debiera ser porque "no me lo merezco" y le detallo todas las veces en que me ha sucedido lo mismo, y le explico también las bondades que podría haberle entregado yo a otros si me hubiera dado la razón esta vez, y vuelvo a morder el cojín, vuelvo a retorcerme, vuelvo a golpear la cabeza.
porque no me oye, este dios no me oye, tiene la puerta cerrada con un cartel que aplaza mi atención burocráticamente, hasta nuevo aviso. me dice sutilmente que aun no entiendo nada. o que en verdad entiendo muy poco o peor aun, que no quiero entender. y yo le digo, "pero es que duele tanto", mientras me encojo de angustia ante su mirada. atenta. neutra.
me detengo.
me viene la calma de golpe. no me ilusiono con ella, pero la dejo llegar. "hay una posibilidad", me digo. advierto el autoengaño, pero no me importa. cualquier cosa antes de repasar otra vez los pensamientos suicidas. me aferro a la oportunidad. a un último encuentro que me permita entender, ya no desde mi no-dios, sino que desde mí, desde él. quizás removerlo un poco, quizás intentarlo una última vez, aunque resuene en mí la certeza del fracaso. una vez más. a ver qué sale.
pido una última cosa antes de olvidar: que el universo me regale una pena calma.
lo muerdo con rabia, golpeo la cabeza contra la pared. me retuerzo. nunca me había retorcido tanto. le ruego a un dios en el que no creo. me voy abajo. bien abajo. se me escapa la fe. desaparece el concepto de mi cabeza. me decido con convicción por el resentimiento, la negación, la inutilidad del por qué. niego la voluntad. mi voluntad. el estúpido optimismo. apelo a la justicia divina. me olvido de la lógica. vuelvo al por qué. le cuento a este dios originado por mi oportunismo, que esto no debiera ser porque "no me lo merezco" y le detallo todas las veces en que me ha sucedido lo mismo, y le explico también las bondades que podría haberle entregado yo a otros si me hubiera dado la razón esta vez, y vuelvo a morder el cojín, vuelvo a retorcerme, vuelvo a golpear la cabeza.
porque no me oye, este dios no me oye, tiene la puerta cerrada con un cartel que aplaza mi atención burocráticamente, hasta nuevo aviso. me dice sutilmente que aun no entiendo nada. o que en verdad entiendo muy poco o peor aun, que no quiero entender. y yo le digo, "pero es que duele tanto", mientras me encojo de angustia ante su mirada. atenta. neutra.
me detengo.
me viene la calma de golpe. no me ilusiono con ella, pero la dejo llegar. "hay una posibilidad", me digo. advierto el autoengaño, pero no me importa. cualquier cosa antes de repasar otra vez los pensamientos suicidas. me aferro a la oportunidad. a un último encuentro que me permita entender, ya no desde mi no-dios, sino que desde mí, desde él. quizás removerlo un poco, quizás intentarlo una última vez, aunque resuene en mí la certeza del fracaso. una vez más. a ver qué sale.
pido una última cosa antes de olvidar: que el universo me regale una pena calma.
domingo, 16 de septiembre de 2012
en paz
miedo, ¿pero a qué? la lista de provocaciones es tan larga que podría pensarse que en verdad tengo miedo de estar viva. ahora, por ejemplo, sufro porque te quiero. ¿podría haber una motivación más absurda? me explico: el que sufre porque quiere a otro, en verdad no sufre por querer a ese otro. es un autoengaño. yo sufro porque tengo miedo de perder el placer que experimento a costa de tu existencia. sufro porque ya no quiero alejarme del universo en el que has construido tu vida. porque me he vuelto adicta a nuestras comprensiones, a tu ritmo sensato y apasionado, a esas caras desquiciadas que pones para hacerme reír. y sufro porque tu no mereces ser querido así, ni yo merezco volver a esta autocondena que es el apego. te suelto. te suelto. te suelto. te suelto para que vayas a mi lado, y no sobre mi.
jueves, 9 de agosto de 2012
Allanamiento - Alfredo Zitarrosa
"Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre..."
domingo, 5 de agosto de 2012
Miércoles 1 de agosto - Santa Isabel
Bajó las escaleras lentamente, como si cada pie le pesara el equivalente a su peso completo. Cuando juntó las plantas en el piso del subterráneo, se arrodilló. Una señora que pasó la miro y se dijo a sí misma "se le debe haber caído algo." Pero nada se le había caido, simplemente sintió deseos de pegar el cuerpo contra el piso.
De rodillas sobre las baldosas, se ayudó con las manos para quedar completamente estirada con las palmas apuntando hacia su cabeza y los codos ligeramente doblados. Pegó la mejilla derecha al piso y sintió el frío de la superficie, mientras su oreja comenzaba a captar los primeros ecos de los pasos de los transeúntes.
Con la mirada fija en la nada, pensó "...................................." Un joven que pasó por su lado, se agachó junto a su cabeza y le preguntó: "flaca, ¿estai bien?". "Si, gracias. Solo quiero estar aquí, tirada en el piso". El joven ,desconcertado, siguió caminando.
Pero en medio del tránsito de la estación, su anhelo comenzó a causar extrañeza y un guardia no tardó en llegar para intentar auxiliarla. "Señorita, ¿se siente bien...?" "Si, me siento super", dijo ella. "Ah..." dijo el guardia titubeando. "¿quiere que le ayude a pararse entonces...?" "No, gracias", respondió ella, "aquí estoy perfecto".
-Disculpe señorita, pero no puedo dejarla aquí...La gente tiene que transitar por este lugar...
-Pero hay mucho espacio para transitar todavía... Se corrió algunos metros hacia la muralla ayudándose con las manos y los pies y sin despegar la cabeza del suelo. "¿Ve...?", le dijo al guardia.
Totalmente desconcertado y ya un poco harto, él le dijo: "Señorita, tendré que pedirle que se retire".
-Pero ¿por qué habría usted de hacer eso?
-Señorita, por favor... Voy a tener que llamar a carabineros si no se para...
-¡Pero eso no tiene ningún sentido, no estoy infringiendo ninguna ley!, ¿ por qué una persona no tiene derecho a acostarse en el suelo si quiere...?
-Señorita, esto es propiedad de Metro, la gente paga por este servicio y usted lo esta entorpeciendo...
A esas alturas ya se había forma un buen círculo de curiosos alrededor de los dos. La gente en su mayoría confundida, comenzaba a especular en susurros sobre las posibles causas de tal escena. Pero lejos la más desconcertada era la chica del suelo, que tras escuchar los argumentos del guardia gritó con decisión: "¡Usted es absolutamente absurdo!"
El guardia no supo que decir. La gente siguió acumulándose alrededor de ellos hasta que la chica comenzó a sollozar, golpeteando el pecho suavemente contra el suelo y manteniendo la vista fija en el extremo inferior de la muralla opuesta. Lloraba y lloraba entre cerrando los ojos de vez en cuando como quien quiere despertar de una terrible pesadilla temiendo que sea cierta.
Un caballero que observaba la situación elaboró su propia teoría explicativa: esa mujer había perdido algo extremadamente importante para ella . Uno de esos regalos que la vida da y quita sin aparente razón. "Son esas cosas que pasan en las que nadie tiene la culpa...Y no dan ganas de morirse, pero tampoco te sientes capaz de llevar una vida digna", le comentó a su mujer más tarde, al llegar a casa.
"Señorita, por favor, déjeme ayudarla..." Y ella se negaba con pequeños movimientos de cabeza, incapaz de creer, por sobre todo, de creer.
Estuvo así cinco minutos, todo el tiempo mirando hacia la pared, hasta que de pronto paró en seco y direccionó el rostro hacia el suelo forzando su nariz para hacerla encajar con la superfricie plana. Apoyó las palmas de las manos sobre las baldosas, y de un salto se puso de pie como si hubiera recuperado de golpe la energía vital. El rostro, sin embargo, expresaba el mismo profundo pesar de hace unos minutos. El guardia y los observadores intentaron ayudarla vagamente en el más completo silencio. Ella se limpió un poco las rodillas, se estiró el abrigo, la falda, dio media vuelta y volvió a subir las escaleras sin decir una palabra.
La gente comenzó a dispersarse, algunos la llamaron loca, y el guardia volvió a su puesto de trabajo con una intriga que le cosquilleaba justo en la barbilla.
De rodillas sobre las baldosas, se ayudó con las manos para quedar completamente estirada con las palmas apuntando hacia su cabeza y los codos ligeramente doblados. Pegó la mejilla derecha al piso y sintió el frío de la superficie, mientras su oreja comenzaba a captar los primeros ecos de los pasos de los transeúntes.
Con la mirada fija en la nada, pensó "...................................." Un joven que pasó por su lado, se agachó junto a su cabeza y le preguntó: "flaca, ¿estai bien?". "Si, gracias. Solo quiero estar aquí, tirada en el piso". El joven ,desconcertado, siguió caminando.
Pero en medio del tránsito de la estación, su anhelo comenzó a causar extrañeza y un guardia no tardó en llegar para intentar auxiliarla. "Señorita, ¿se siente bien...?" "Si, me siento super", dijo ella. "Ah..." dijo el guardia titubeando. "¿quiere que le ayude a pararse entonces...?" "No, gracias", respondió ella, "aquí estoy perfecto".
-Disculpe señorita, pero no puedo dejarla aquí...La gente tiene que transitar por este lugar...
-Pero hay mucho espacio para transitar todavía... Se corrió algunos metros hacia la muralla ayudándose con las manos y los pies y sin despegar la cabeza del suelo. "¿Ve...?", le dijo al guardia.
Totalmente desconcertado y ya un poco harto, él le dijo: "Señorita, tendré que pedirle que se retire".
-Pero ¿por qué habría usted de hacer eso?
-Señorita, por favor... Voy a tener que llamar a carabineros si no se para...
-¡Pero eso no tiene ningún sentido, no estoy infringiendo ninguna ley!, ¿ por qué una persona no tiene derecho a acostarse en el suelo si quiere...?
-Señorita, esto es propiedad de Metro, la gente paga por este servicio y usted lo esta entorpeciendo...
A esas alturas ya se había forma un buen círculo de curiosos alrededor de los dos. La gente en su mayoría confundida, comenzaba a especular en susurros sobre las posibles causas de tal escena. Pero lejos la más desconcertada era la chica del suelo, que tras escuchar los argumentos del guardia gritó con decisión: "¡Usted es absolutamente absurdo!"
El guardia no supo que decir. La gente siguió acumulándose alrededor de ellos hasta que la chica comenzó a sollozar, golpeteando el pecho suavemente contra el suelo y manteniendo la vista fija en el extremo inferior de la muralla opuesta. Lloraba y lloraba entre cerrando los ojos de vez en cuando como quien quiere despertar de una terrible pesadilla temiendo que sea cierta.
Un caballero que observaba la situación elaboró su propia teoría explicativa: esa mujer había perdido algo extremadamente importante para ella . Uno de esos regalos que la vida da y quita sin aparente razón. "Son esas cosas que pasan en las que nadie tiene la culpa...Y no dan ganas de morirse, pero tampoco te sientes capaz de llevar una vida digna", le comentó a su mujer más tarde, al llegar a casa.
"Señorita, por favor, déjeme ayudarla..." Y ella se negaba con pequeños movimientos de cabeza, incapaz de creer, por sobre todo, de creer.
Estuvo así cinco minutos, todo el tiempo mirando hacia la pared, hasta que de pronto paró en seco y direccionó el rostro hacia el suelo forzando su nariz para hacerla encajar con la superfricie plana. Apoyó las palmas de las manos sobre las baldosas, y de un salto se puso de pie como si hubiera recuperado de golpe la energía vital. El rostro, sin embargo, expresaba el mismo profundo pesar de hace unos minutos. El guardia y los observadores intentaron ayudarla vagamente en el más completo silencio. Ella se limpió un poco las rodillas, se estiró el abrigo, la falda, dio media vuelta y volvió a subir las escaleras sin decir una palabra.
La gente comenzó a dispersarse, algunos la llamaron loca, y el guardia volvió a su puesto de trabajo con una intriga que le cosquilleaba justo en la barbilla.
martes, 31 de julio de 2012
Perder la cabeza
caminaba por el andén del metro hacia la escalera que da a la salida, cuando escuché detrás de mí la voz de un niño : papá, ¿tu me ves perder la cabeza a mi...? aunque la pregunta tenía algo de macabra, debo reconocer que me causó cierta admiración. no es el tipo de preguntas que un adulto espera de un niño, así que al oirla no pude evitar sonreír. eso hasta que escuché la respuesta del padre: "no, hijo.... pero puedes perder la cabeza... si lo pierdes todo..." los puntos suspensivos en este caso no cumplen su función. no dejan en suspenso ninguna frase, simplemente expresan desgano. el padre le comunicó esta respuesta con tal desinterés al hijo que en mi interior resonó un rotundo "¡no!". ¿cuántos niños estarán haciéndole preguntas igual de importantes a sus padres y recibiendo respuestas de este tipo...?, ¿ a qué se refería ese sujeto con "perderlo todo"?, "!no, niño, perdiéndolo todo no podrías sentir más segura tu cabeza!", me dieron ganas de decirle. no lo hice, claro está, en primer lugar por cobardía, en segundo lugar porque me pareció imprudente, y en tercer lugar porque me di cuenta que ni siquiera yo estaba segura de tal afirmación.
lunes, 23 de julio de 2012
No te salves - Mario Benedetti
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
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