que fui educada para admirar a los hombres y buscar su aprobación. que al mismo tiempo, me enseñaron a sentirme inferior a ellos, despreciada, dependiente de su afecto. y me dijeron que nada era yo si no tenía un ejemplar de esos a mi lado. y que la culpa de eso no es de ningún hombre, ni de muchos. es un poco mía y a la vez de nadie.
y así, me fui envolviendo en una serie de encuentros en los que nunca se me quiso como yo necesitaba ser querida. entonces me conformé. me resigné. agradecí la oportunidad, sinceramente, pero me perdí. de todas formas, me perdí. porque me di cuenta que algo peor que la soledad es sentir que a una la quieran mal.
y ninguna de estas melosidades importaría si yo no creyera realmente en lo débiles que son los pilares que sostienen mi _ _ _ _. si yo no me sintiera un poco como un palafito de madera devorado por termitas ciegas, que no pretenden dañarme, pero tampoco hacerme bien. porque así como yo, ellas también andan atadas a sus necesidades. a veces, creo que todo puede reducirse a que me falta valor para entender.
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