miedo, ¿pero a qué? la lista de provocaciones es tan larga que podría pensarse que en verdad tengo miedo de estar viva. ahora, por ejemplo, sufro porque te quiero. ¿podría haber una motivación más absurda? me explico: el que sufre porque quiere a otro, en verdad no sufre por querer a ese otro. es un autoengaño. yo sufro porque tengo miedo de perder el placer que experimento a costa de tu existencia. sufro porque ya no quiero alejarme del universo en el que has construido tu vida. porque me he vuelto adicta a nuestras comprensiones, a tu ritmo sensato y apasionado, a esas caras desquiciadas que pones para hacerme reír. y sufro porque tu no mereces ser querido así, ni yo merezco volver a esta autocondena que es el apego. te suelto. te suelto. te suelto. te suelto para que vayas a mi lado, y no sobre mi.
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