Andaba yo recorriendo montañas interminables, atravesando túneles decorados con pinturas abstractas, sin rostro, así estaba yo cuando explotó. Ardió en llamas el otro hemisferio.Yo lo ví. Lo ví antes y no le dije a nadie. Y me perdi entre las calles, nos perdimos todos: los sobrevivo de gesto inconciente. Anduvimos juntos, pero separados. Por pequeños pasillos abandonados. Parece que todo el mundo salió de viaje, todo el mundo andaba en el otro lado. Y los pocos que quedamos, hicimos las maletas: nos fuimos a vivir al mar. Porque en el agua nada explota: flota, sino se hunde. Y al entrar al agua nos fuimos volviendo peces, sacando aletas. Y eramos todos sirenos vestidos de fiesta. Los padres llevaban corbatas pegadas a las branquias. Las madres no existían, las habíamos perdido. Como una maldición. La paga por nuestro egoísmo nos dejó huérfanos: sin tierra, sin casa, sin madre, sin piernas, vagando en barcos para convertinos en monstruos marinos. Llevando faldas, camisas y pantalones que nunca vamos a ocupar, porque en el mar todo se moja y nosotros estamos acostumbrados a vivir en sequía.
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